ENTREVISTA AL Dr. FEDERICO GUTIÉRREZ – LARRAYA

TRATAMIENTO DE LAS CARDIOPATÍAS CONGÉNITAS 

SEGUNDA PARTE


¿Cómo se tratan las cardiopatías congénitas y cuál es su pronóstico?

Si hablamos exclusivamente de las cardiopatías congénitas –y no de otras enfermedades del corazón que también afectan a los niños, pero que son adquiridas –muchas de ellas no hay que tratarlas y solo llevan un seguimiento. En otros casos les administramos fármacos para intentar evitar la intervención. En la mitad de los pacientes el problema se puede resolver operando de una forma menos agresiva, que es el cateterismo, y la otra mitad necesitan ser operados mediante cirugía, que es invasiva.
Sí a alguien le falta la mitad del corazón, no le podemos conseguir la otra mitad, y eso no es raro, sino que es una cosa bastante frecuente, que falte uno de los ventrículos o una de las aurículas, eso implica un largo camino y no hay tantos órganos disponibles.
Cuando hablamos de pacientes en edad pediátrica, además, se produce una combinación de tres factores que hace que haya un enorme popurrí de situaciones. En primer lugar porque trabajamos con niños desde 500 gramos de peso –que son bebés prematuros –hasta adolescentes de 100 kilos. En segundo lugar, hay más 200 cardiopatías distintas, que se combinan entre sí. Y, en tercer lugar, hay 140 tratamientos que podemos realizar. Con respeto al trasplante, esta intervención tiene el hándicap de la lista de espera porque hay pocos órganos, aún así, el trasplante cardíaco tampoco resuelve para siempre la cuestión, ya que una persona trasplantada no deja de venir al hospital ni deja de tener problemas, ya que el órgano no es el suyo y esto significa que es necesario engañar al sistema inmunológico, para bien y para mal, es decir, que son pacientes con un trastorno en las defensas, y hay enfermedades como las leucemias y linfomas que son frecuentes en los inmunodeprimidos[1].


[1] Inmunodeprimidos: Persona que tiene el sistema inmunitario funcionando por debajo del índice de normalidad, lo que favorece la instalación de una infección. Y la longevidad del órgano trasplantado no siempre es la misma que la del paciente; también el metabolismo es distinto.


Ustedes tratan a estos pacientes durante la infancia y adolescencia, pero al llegar a adultos tendrán que derivarlos al cardiólogo de adultos…

Aquí hay otro punto en el que por una parte está la realidad de la vida y por otra la realidad administrativa, porque como hay que poner un límite la realidad administrativa señala que en los hospitales a estos pacientes hasta los 18 años inclusive los ve el cardiólogo infantil, y luego los ven conjuntamente cardiólogos de adultos que tienen formación específica en estas cardiopatías y cardiólogos pediátricos. La realidad de la vida es que el médico que ha visto siempre a ese paciente –y esta es mi opinión- solo debería dejar de verlo en el momento en que es independiente pero, por ejemplo, en el caso de un paciente con síndrome de Down que tiene una cardiopatía, que es dependiente de su familia, y con el que ha tenido trato desde antes del nacimiento hasta los 18 años de edad, el grado de complicidad es muy grande y derivarlo a otro profesional es difícil porque ese paciente siempre va a ser dependiente de su familia, y en 18 años los padres se han hecho mayores.


¿Y durante el embarazo el cardiólogo pediátrico también habla con el ginecólogo que está haciendo el seguimiento de la gestación?

Sí, en cada centro médico lo tienen resulto de una manera. La fórmula habitual es que en la conversación estén involucrados cardiólogo y obstetra. En algunos sitios eso significa que ambos profesionales se sientan en la consulta con la pareja; y en otros se resuelve de una forma secuencial, y primero el obstetra visita a la embarazada, y luego lo hace el cardiólogo.
A veces no tenemos más remedio que actuar porque la legislación española contempla la interrupción legal del embarazo en el caso de malformación grave y pone un límite en la semana 22 de gestación. Se trata de un momento muy delicado porque antes de la 22 semanas hay que tener mucha seguridad en el diagnóstico, y antes del nacimiento para obtener ese diagnóstico solo dispones de la ecografía, mientras que cuando el bebé ha nacido podemos hacer resonancias, escáneres, cateterismos, electrocardiogramas, jolter[1], analíticas…, una gran cantidad de pruebas que son las que determinan el tipo de trastorno. Antes del nacimiento solo puedes aventurar las consecuencias de la anomalía que has detectado. Y nosotros los médicos utilizamos la estadística para hablar con los pacientes o las familias, si les dices a unos padres que el 95% de los pacientes con la anomalía que presta su hijo sobrevive, ellos pueden pensar ¿y si mi hijo es del 5% que fallece? Conversar de esto con alguien que viene sin diagnosticar y al que le dices que el feto o el recién nacido tiene una cardiopatía, le produce un tremendo estrés emocional y un gran bloqueo. Y tú no le puedes hacer a esa familia el mapa de lo que va a suceder, pero ellos quieren saber si su hijo va a tener calidad de vida, cómo va a vivir con su enfermedad, y eso es muy difícil de determinar a priori, porque las cosas en la vida no suelen ser blancas o negras, sino grises.



[1] Holter: La electrocardiografía ambulatoria o Holter de electrocardiografía es una prueba de diagnóstico cardiológico que consiste en la monitorización ambulatoria del registro electrocardiográfico por un tiempo prolongado, habitualmente veinticuatro horas, en una persona que está en movimiento.



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