TRATAMIENTO DE LAS
CARDIOPATÍAS CONGÉNITAS
SEGUNDA PARTE
SEGUNDA PARTE
¿Cómo se tratan las
cardiopatías congénitas y cuál es su pronóstico?
Si hablamos exclusivamente
de las cardiopatías congénitas –y no de otras enfermedades del corazón que
también afectan a los niños, pero que son adquiridas –muchas de ellas no hay
que tratarlas y solo llevan un seguimiento. En otros casos les administramos
fármacos para intentar evitar la intervención. En la mitad de los pacientes el
problema se puede resolver operando de una forma menos agresiva, que es el cateterismo, y la otra mitad necesitan
ser operados mediante cirugía, que es invasiva.
Sí a alguien le falta la
mitad del corazón, no le podemos conseguir la otra mitad, y eso no es raro,
sino que es una cosa bastante frecuente, que falte uno de los ventrículos o una
de las aurículas, eso implica un largo camino y no hay tantos órganos
disponibles.
Cuando
hablamos de pacientes en edad pediátrica, además, se produce una combinación de
tres factores que hace que haya un enorme popurrí de situaciones. En primer
lugar porque trabajamos con niños desde 500 gramos de peso –que son bebés prematuros –hasta adolescentes de
100 kilos. En segundo lugar, hay más 200 cardiopatías distintas, que se
combinan entre sí. Y, en tercer lugar, hay 140 tratamientos que podemos
realizar. Con respeto al trasplante, esta intervención tiene el hándicap de la
lista de espera porque hay pocos órganos, aún así, el trasplante cardíaco
tampoco resuelve para siempre la cuestión, ya que una persona trasplantada no
deja de venir al hospital ni deja de tener problemas, ya que el órgano no es el
suyo y esto significa que es necesario engañar al sistema inmunológico, para
bien y para mal, es decir, que son pacientes con un trastorno en las defensas,
y hay enfermedades como las leucemias
y linfomas que son frecuentes en los
inmunodeprimidos[1].
[1] Inmunodeprimidos: Persona que tiene
el sistema inmunitario funcionando por debajo del índice de normalidad, lo que favorece
la instalación de una infección. Y la longevidad del órgano trasplantado no siempre es la
misma que la del paciente; también el metabolismo es distinto.
Ustedes tratan a estos
pacientes durante la infancia y adolescencia, pero al llegar a adultos tendrán
que derivarlos al cardiólogo de adultos…
Aquí
hay otro punto en el que por una parte está la realidad de la vida y por otra
la realidad administrativa, porque como hay que poner un límite la realidad
administrativa señala que en los hospitales a estos pacientes hasta los 18 años
inclusive los ve el cardiólogo infantil, y luego los ven conjuntamente
cardiólogos de adultos que tienen formación específica en estas cardiopatías y
cardiólogos pediátricos. La realidad de la vida es que el médico que ha visto
siempre a ese paciente –y esta es mi opinión- solo debería dejar de verlo en el
momento en que es independiente pero, por ejemplo, en el caso de un paciente
con síndrome de Down que tiene una
cardiopatía, que es dependiente de su familia, y con el que ha tenido trato
desde antes del nacimiento hasta los 18 años de edad, el grado de complicidad
es muy grande y derivarlo a otro profesional es difícil porque ese paciente
siempre va a ser dependiente de su familia, y en 18 años los padres se han
hecho mayores.
¿Y durante el embarazo el
cardiólogo pediátrico también habla con el ginecólogo que está haciendo el
seguimiento de la gestación?
Sí, en cada centro médico
lo tienen resulto de una manera. La fórmula habitual es que en la conversación
estén involucrados cardiólogo y obstetra. En algunos sitios eso significa que
ambos profesionales se sientan en la consulta con la pareja; y en otros se
resuelve de una forma secuencial, y primero el obstetra visita a la embarazada,
y luego lo hace el cardiólogo.
A
veces no tenemos más remedio que actuar porque la legislación española
contempla la interrupción legal del embarazo en el caso de malformación grave y
pone un límite en la semana 22 de
gestación. Se trata de un momento muy delicado porque antes de la 22 semanas
hay que tener mucha seguridad en el diagnóstico, y antes del nacimiento para
obtener ese diagnóstico solo dispones de la ecografía, mientras que cuando el bebé ha nacido podemos hacer resonancias, escáneres, cateterismos,
electrocardiogramas, jolter[1],
analíticas…, una gran cantidad de pruebas que son las que determinan el
tipo de trastorno. Antes del nacimiento solo puedes aventurar las consecuencias
de la anomalía que has detectado. Y nosotros los médicos utilizamos la
estadística para hablar con los pacientes o las familias, si les dices a unos
padres que el 95% de los pacientes con la anomalía que presta su hijo
sobrevive, ellos pueden pensar ¿y si mi hijo es del 5% que fallece? Conversar
de esto con alguien que viene sin diagnosticar y al que le dices que el feto o
el recién nacido tiene una cardiopatía, le produce un tremendo estrés emocional
y un gran bloqueo. Y tú no le puedes hacer a esa familia el mapa de lo que va a
suceder, pero ellos quieren saber si su hijo va a tener calidad de vida, cómo
va a vivir con su enfermedad, y eso es muy difícil de determinar a priori,
porque las cosas en la vida no suelen ser blancas o negras, sino grises.
[1] Holter: La electrocardiografía ambulatoria
o Holter de electrocardiografía es una prueba de diagnóstico cardiológico que
consiste en la monitorización ambulatoria del registro electrocardiográfico por
un tiempo prolongado, habitualmente veinticuatro horas, en una persona que está
en movimiento.
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