EL TRAUMA DEL ABUSO
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a última revisión de condena a un pederasta
que impartía clases en un colegio de Madrid y al que se le acusaba de 13 casos
de abusos, promueve algunos interrogantes. Los menores tuvieron que declarar en
el juzgado en presencia del agresor, aunque separados por un biombo.
Previamente, habían sido explorados e interrogados por la Guardia Civil y por
especialistas del Centro de Intervención en Abuso Sexual Infantil de la
Comunidad de Madrid. ¿Cómo es posible que la ley haga declarar a un niño
traumatizado por un abuso hasta tres veces, porque no sabe si exagera o está
diciendo la verdad?
La razón es que se duda de que algunas
declaraciones sean exactas. Pero el relato exacto es imposible, porque las
víctimas han sido sometidas a un daño psicológico que no es fácil de superar y
por el cual se intenta olvidar y reprimir lo sucedido.
La sexualidad infantil y adolescente se
construye hasta alcanzar una maduración psíquica y física de las que se carece
en la infancia. La intrusión violenta de la sexualidad adulta en el cuerpo del
niño provoca síntomas, porque fuerza al menor a acelerar su proceso. Por
fortuna, en este caso los alumnos se dieron cuenta que no podían seguir así y
hablaron con sus padres, que supieron escucharlos y denunciaron lo que pasaba.
Desde una posición de superioridad
En las últimas declaraciones del profesor
decía que era un docente cariñoso, como el resto de los profesores, y que se
mostraba sorprendido por las acusaciones. Aseguraba que se habían
“malinterpretado sus gestos en la clase”. He aquí alguno de esos gestos:
llamaba a un alumno y le pedía que se acercara a su mesa, le invitaba a
sentarse sobre sus piernas y le realizaba tocamiento. Unas veces se limitaba a
“tocar el culo del alumno y a pellizcarle”; en otras, “le chupaba y le mordía
la oreja o le daba besos en el cuello”. Estos gestos no dejan lugar a dudas. Lo
que él llama “cariño” no son más que acercamientos claramente sexuales efectuados
desde su posición de superioridad.
Desde el psicoanálisis se hacen algunas
consideraciones. El abuso sexual es la peor violencia que se puede ejercer
sobre un niño por parte de un adulto.
Efectos
devastadores
El abuso sexual provoca graves consecuencias
para el niño o el adolescente. Aparecen conductas violentas, actos delictivos,
conductas autoagresivas. Y en la edad adulta, graves trastornos, como
dificultades para la adaptación social, problemas de pareja y en las relaciones
sexuales, síntomas somáticos, trastornos afectivos, abuso de alcohol y droga.
Si son niñas, suelen padecer trastornos
límites de la personalidad o quedan atrapadas en relaciones en las que sufren
violencia. Si son chicos, algunos estudios señalan que invierten lo que
sintieron y se convierten en muchos casos en abusadores.
La sexualidad, como la identidad, es una
construcción. Los pederastas han quedado infantilizados y, por lo general, no
logran alcanzar una sexualidad genital adulta. Como suelen ser impotentes en
sus relaciones con un adulto, combaten su incapacidad ejerciendo el poder con
seres desvalidos. Se vengan así de su carencia. En la organización psíquica del
pedófilo no hay ninguna ley interna de respeto a sí mismo ni al otro.
Isabel Menéndez,
psicóloga
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