PRIMERA PARTE: ENTREVISTA QUE LE HACE WELCON AL DOCTOR MIGUEL PITA
“Estamos más determinados genéticamente de lo que
nuestro cerebro quiere reconocer, porque hemos perdido la capacidad de vernos
como animales, pero si nos fijásemos en otros animales observaríamos que en su
programa genético llevan escritos muchos instintos que condicionan su conducta”
Como seres racionales que somos, no nos gusta
pensar que nacemos genéticamente determinados, pero nuestro libre albedrío no
solo está condicionado por las normas sociales, y nuestra salud y bienestar no
dependen solo de llevar un estilo de vida saludable, sino que la genética
también decide por nosotros. Seguramente por eso “se puede desarrollar la
técnica, no el talento”, como afirma Miguel Pita, profesor de Evolución y
Genética en la Universidad Autónoma de Madrid, y autor del libro “El ADN
dictador. Lo que la genética decide por ti” (Editorial Ariel, 2017).
Nuestro ADN nos convierte en lo que somos, e
influye tanto en las reacciones fisiológicas más elementales, como en conductas
complejas como la sexualidad, la búsqueda de pareja, o las preferencias
dietéticas.
Se han realizado estudios con gemelos que han vivido
separados, que han revelado que tomaron decisiones similares en su vida, como
la carrera que estudiaron o el tipo de casa en el que vivían, y que incluso se
casaron con mujeres con características parecidas. ¿Hasta qué punto estamos
genéticamente determinados?
La determinación genética depende también de a
qué rasgo nos referimos, ya que en algunos rasgos estamos completamente
determinados genéticamente, por ejemplo, en los rasgos metabólicos y
fisiológicos, como el color de los ojos; mientras que en otros rasgos aunque la
genética desempeña un papel importante, el ambiente tiene un impacto igual de
importante. En el caso de ciertos comportamientos, como esos en los que
coinciden los gemelos estudiados, puede suceder algo parecido a lo que ocurre
con la estatura, que tiene determinado genéticamente si vas a ser alto o bajo,
pero luego el ambiente, es decir, tu alimentación, el ejercicio físico que
realices, y muchos otros factores, influirán para que seas alto, o altísimo; o
ligeramente bajo, o muy bajito. Por ello, habría que analizar rasgo por rasgo,
pero gracias a este tipo de estudios vamos descubriendo que la genética se
encuentra a veces detrás de una serie de comportamientos que son realmente
sorprendentes.
Algunas personas incluso se parecen más en el carácter
a sus abuelos que a sus padres. ¿Eso es así porque ciertos rasgos de la
personalidad pueden “saltarse” generaciones?
Sí; es interesante, porque la genética no
funciona como las matemáticas, y pueden existir rasgos que están determinados
genéticamente, y que por unas u otras razones no se expresan –no se hacen
patentes- en todo momento. A veces es porque necesitan que ocurra algo en el
ambiente que los active, y a veces es porque están escondidos. Esto se entiende
muy bien con las enfermedades, ya que sabemos que hay patologías que podemos
heredar de nuestros padres aunque ellos estén sanos, porque lo que recibimos es
una parte de la genética de nuestros progenitores, y si recibimos la parte que
tiene escrita la enfermedad de nuestro padre, y la parte que tiene escrita esa
misma enfermedad de nuestra madre, podemos experimentarla y estar enfermos; sin
embargo ellos podrían estar sanos porque la tienen combinada con otra parte que
lo compensa.
La genética, por tanto, no son matemáticas, y su
aritmética es muy complicada, muy compleja, y hace que se produzcan estas
situaciones, y que características que se pensaba que habían desaparecido,
reaparezcan, porque estaban ocultas, o porque necesitaban una situación
ambiental para activarse.
¿La predisposición a conductas aditivas
–consumo de drogas, alcohol, e incluso promiscuidad sexual – también nos viene
“de serie”?
Este es un tema de debate abierto, y
hay estudios que apuntan a que existen
ciertas genéticas que pueden mostrar una mayor propensión de las adicciones; es decir, sí podría haber
individuos que debido a lo que tienen escrito en su ADN, y ante ciertos estímulos,
sean más proclives a desarrollar ese tipo de hábitos, lo que significaría que
hay otros individuos que son menos propensos a ello. El hecho de que una
persona sea proclive a estas conductas no la está determinando
irremediablemente, sino que también sería preciso que se diesen unas
circunstancias vitales que lo propiciasen.
¿Y por qué a casi todos nos gustan las
cosas que engordan y son poco saludables, como los dulces o las grasas? ¿No
deberían nuestros genes inclinarnos hacia alimentos y conductas saludables para
una mejor perpetuación de la especie?
No, porque la evolución no funciona así;
aunque desde hace millones de años ha generado individuos muy adaptados, no es
perfecta, ni precisa; más bien es todo lo contrario, es muy imprecisa.
Simplemente es suficiente, es decir, basta con que los individuos tengamos unas
características que nos sirvan para reproducirnos y dejar descendientes, y así
ya estamos generando copias, probablemente igual de imperfectas que nosotros.
*¿Por qué nos gustan tanto los dulces? Pues se entiende muy bien
con el mecanismo de la selección natural. Estamos adaptados a un entorno que no
se parece en nada a este en el que vivimos actualmente, porque somos animales
que no han evolucionado tan rápido como nuestro entorno; podríamos decir que
estamos anclados hace diez mil años, por inventarnos una cifra aproximada, y en
el ambiente que podemos imaginar de esa época la disponibilidad de recursos
alimenticios no era la misma que tenemos ahora, por lo que nos adaptamos para
aprovechar muy bien todo lo que encontrábamos, y atiborrarnos antes que
quedarnos cortos. Somos descendientes de unos seres que no tenían delante de
sus narices ni pastelerías ni supermercados, sino bayas y raíces, y comían
cuando podían, todo lo que podían. Por otro lado, nuestro cerebro funciona de
esa manera; no sabe qué es lo sano y qué es lo insano, y es heredero del que
tenían esos individuos que, si se atiborraban, seguramente serían los mejores
supervivientes en comparación con los que no conseguían tantos alimentos y
dejarían más descendientes y son, de hecho, nuestros padres.
*Lo mismo podemos pensar de las grasas, y es que ahora en ciertas
sociedades opulentas podemos atiborrarnos de grasa porque carecemos de un
mecanismo que nos indique que debemos dejar de comer, ya que antes no era
necesario, porque si te comías toda la grasa disponible lo estabas haciendo
bien, ya que había muy poca. Si ahora nos comportamos como los seres humanos de
hace 10.000 años desarrollamos enfermedades, pero esas enfermedades las
desarrollamos en general, cuando ya hemos dejado descendencia –a los 40 o 50
años-, por lo que no se van, a borrar, porque seguro que ese mismo hábito de
apetencia por ciertos alimentos se lo hemos pasado ya en nuestro ADN a nuestros
descendientes, ya hemos dejado copias humanas ávidas de dulces y grasa.
MIGUEL PITA
Doctor en Genética y Biología
Celular
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