LITERATURA


EL DOLOR

Marta estaba sentada en su silla junto a la mesa, con su eterno vestido  negro, su mandil y su pelo recogido con un moño en la nuca.
En su regazo una cesta con patatas que estaba pelando. Miraba un reloj de pared que tenía encima de ella, al otro lado de la mesa. Sus manos inquietas, cogían y dejaban la patata y el cuchillo, para mirar al reloj. En sus ojos y rostro se reflejaba la preocupación…
_ Llamó a su hija... ¡Ana!... ¡ven!
_ Ana se llegó junto a su madre… ¿Qué quiere, madre?
_ ¡Ve a la ventana y mira si ves venir a tu padre!... ¡No madre, no lo veo!
Marta volvió a mirar el reloj… ¡es muy tarde!... ¡debería estar llegando a casa!
Ana nunca había visto a su madre de aquella manera, tan inquieta y mirando con insistencia el reloj de la cocina.
_ ¿Qué pasa madre?... ¿Qué le inquieta tanto?  ― Padre no tardará en llegar a cenar, se pararía a tomar algo con algún compañero. Seguro que han tenido un día agotador y necesitó tomar algo.
Marta movía la cabeza de un lado a otro, algo en su corazón le decía que había pasado algo. “Esa angustia” que sentía, no era que su hombre estuviera con sus compañeros. Era la que sentían las mujeres que esperaban a que sus maridos llegaran de la mar o no llegaban. Cuando algo no iba bien, ellas lo sabían antes de que les dieran la noticia. “Esa” era la angustia que la atenazaba... De pronto se levantó como un resorte y miró hacia donde se encontraba la puerta de la calle, antes de que  unos golpes en ella la paralizaran.
_ ¡Madre voy a abrir! ― dijo Ana ― pasando por delante de la puerta de la cocina.
Marta no podía dar un paso, seguía petrificada de pie en la cocina mirando hacia la puerta.
Ana abrió la puerta, y un grupo de personas preguntaron por su madre.
_ Pasen… mi madre está en la cocina preparando la comida que mañana llevará mi padre.
_ ¡Pobre criatura! ― dijo una mujer ― que le acarició la cara con pena.
_ ¡Madre! - hay un grupo de personas que preguntan por usted…
_ ¡Que pasen! ― ¡Y por favor!  ― ve a tu cuarto que tengo que hablar con ellas.

Marta no sabía en donde poner las manos y los mandó sentarse, poniéndoles unas sillas y banquetas. Ella ya sabía lo que le iban a decir... Había estado en la misma situación con otras mujeres... pero... necesitaba saber lo que había pasado...
Los hombres fueron los que dieron el primer paso… ¡lo sentimos mucho! ...silencio... No podían casi continuar, sus gargantas se secaban y no les salían las palabras, apear de que en más de una ocasión, tuvieron la misma situación con otras mujeres... Aunque nunca se acostumbraban a esta difícil situación... Fue entonces, cuando una de las mujeres, tomó el relevo y con mucha ternura, conteniendo el dolor, pasó a contarle...
― ¡Marta!  ― La mar se puso de repente muy brava, las olas eran enormes para la embarcación que llevaban y no pudieron conseguir que el barco no zozobrara y se hundiese... Aunque consiguieron contactar con el barco que más cerca estaba de su posición “El Santón”, este tardó un pocos en conseguir llegar... Pudo rescatar a los cuatro hombres que iban junto a tu hombre… pero… tragó saliva para seguir ― por más que miraron, no consiguieron encontrarlo... Como la mar estaba tan bravía y barría la cubierta del barco "El Santón" y se ponía en peligro, decidieron dar por terminado el rescate... Mañana si la mar está en condiciones, se reanudará la búsqueda junto con los carabineros[1] y todos los barcos disponibles.
Marta con su cara desencajada… ya no le quedaban lágrimas que derramar, después de una vida tan dura y llena de penurias, que causaba este oficio... Sabía que la mar de cuando en cuando, se cobra tributo... Los hombre le arrebata su preciado tesoro... él arrebata cuando quería, las vidas de sus hombres… A veces se apiada y devuelve los cuerpos, en otras, su ira era más grande y se queda con ellos.
Se marcharon de su casa, dejándola abatida, apesadumbrada, y pensativa… ¿Esta vez se apiadará de nosotros y lo devolverá o estará tan enfadada, que ha decidido  quedarse con él?
―Pero ahora… ¿qué será de nosotras? ― ¡sin mi hombre! que era el que traía la comida a la casa…
―¿Cómo vamos a arreglarnos sin seguro y sin paga?
Marta llamó a Ana... esta salió de su habitación y fue hacia la cocina al oír la voz de su madre. Al llagar vio a su madre tan abatida que le volvió a preguntar… ¿Madre, porqué está tan pálida y abatida? ¿Qué le han dicho esas personas?
Marta, miró a su hija... y acercándose a ella, le señaló una silla para que se sentase haciendo ella lo mismo, colocó otra silla delante de su hija... cogiéndole las manos y  mirándola con toda ternura, intentando controlar la angustia que atenazaba su pecho y garganta... impidiendo que apenas saliesen las palabras... Con temblorosa voz dijo… ¡Ana! ―padre ya no volverá a casa… Tragó saliva y  armándose de nuevo de valor, continúo con la mirada perdida en algún punto ―Su barco se hundió y él con él... fue al único que no encontraron, los demás hombres pudieron ser rescatados por "El Santón", el barco que estaba más cerca y pudo rescatarlos... los hombres del "El Santón" estuvieron buscándolo, pero no consiguieron encontrarlo y dejaron la búsqueda, pues la mar estaba brava y ponía en peligro sus vidas... pero han dicho que mañana ... si la mar lo permite... saldrán a buscar su cuerpo... ¡Tienes que ser fuerte!, lo encuentren o no, nos espera una vida dura... pero que no se diga... que no luchamos por ella, como tu padre lo hacía cada día en la mar faenando…
Al día siguiente, la mar estaba dando una tregua y cuatro barcos junto con los carabineros, salieron a primera hora de la mañana, en cuanto el sol asomó por el horizonte. 
Buscaron toda la mañana en donde aún quedaban resto del trágico naufragio y después de confirmar que no estaba en ese lugar, ampliaron un poco la zona. Cada barco iría a un área determinada para ver si encontraban alguna señal de su cuerpo... Sólo después de infructuosas búsquedas, cuando ya estaba empezando anochecer, regresaron a puerto... no había nada que hacer.
 Allí de pie, sin querer irse para casa, estaban Marta y Ana... esperando ansiosas los barcos.
Las mujeres del pueblo les llevaron algo de  comer y se iban turnando para quedarse con ellas, haciéndoles compañía y apoyándolas... En estas circunstancias todas hacían piña,  apoyándose mutuamente, pues no sabían a quién le tocaría la próxima vez...
Durante dos días, salieron a la mar en busca del cuerpo con los mismos resultados... Al tercer día, la mar volvía a ponerse brava, como si quisiera dar por finalizada la búsqueda y dar a entender que el cuerpo era suyo y no quería devolverlo...
Los hombres y los carabineros les dijeron que se fueran para su casa, que nada se podía hacer ya... No se reanudaría la búsqueda y se daba por desaparecido...
Empezaba a llover, los hombres y mujeres empezaron a marchar para sus hogares, mientras que Marta y Ana, seguían mirando al mar, como si esperasen que una ola en su cresta, trajera al hombre y lo posara cerca de ellas… Las olas chocaban violentamente contra el muro, salpicándolas.
Esta vez el mar ganó y se quedó con su tributo… No le importó el llanto silencioso de la hija, ni la angustia de la mujer…

[1] Carabinero: Guardia encargado de perseguir el contrabando 

Por Matilde Beldrón Teijeiro
Fotos Google

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