LITERATURA


EL SEÑOR DE LAS TINIEBLAS


Bruno Guinea médico Oncólogo, estudió medicina, al ver como moría su madre de cáncer, cuando era niño.



EL CORREDOR DE LAS LÁGRIMAS

 Los pasillos aparecían silenciosos y en penumbras. De las habitaciones surgía, invisible e implacable, un hedor a muerte claramente perceptible para quien como él, había atravesado ciento de veces aquellas puertas, consciente de que al otro lado tan sólo iba a encontrar dolor y amargura.

 Al tétrico lugar, Corredor de las Lágrimas, como algunos le denominaban, tan sólo le faltaban los cipreses y las lápidas para convertirse en parte del cementerio, y un viejo celador aseguraba que en los amaneceres se podía distinguir la negra silueta de la esquelética mujer de la guadaña, recorriendo sin prisas las estancias para elegir, como si de un buen surtido supermercado se tratara, el menú del día.

 De tanto en tanto se percibía un leve lamento, el estertor o la llamada de auxilio de quien advertía que se estaba ahogando, y que intentaba asirse con desespero a una mano que le permitiera mantenerse con vida, tan sólo fuera unos minutos.

Bruno Guinea aborrecía aquel sector del hospital, pero tenía plena conciencia de que era la forma de vida que había elegido.

 Para quienes no fueran capaces de entrar en él por su propio pie, el Corredor de las Lágrimas se transformaba en un tenebroso sendero que se recorría en un solo sentido, puesto que la ancha puerta verde del fondo, era el ascensor que descendía al depósito de cadáveres.

 Aquella noche a Bruno Guinea se le antojaba, no obstante, una noche diferente, puesto que en el bolsillo de su camisa, ocultaba un diminuto pastillero en cuyo interior dormía la esperanza.

 Cual de entre la masa de infelices criaturas le concedería la gracia de continuar viviendo.

 Podía encontrarse gente muy rico, pobre, buena y mala en aquel pabellón.  

 Que el deprimente Corredor de las Lágrimas, no había más que pobres seres a los que el cáncer había convertido en tristes despojos que nada tenían que envidiarse o echarse a la cara. Belleza, dinero, poder, cultura o inteligencia se amalgamaban con horror, miseria e impotencia, puesto que allí el verdadero rey era un fiero instinto de supervivencia, capaz de sacrificarlo todo a cambio de una hora de vida sin angustias ni sufrimientos.

LA CURACIÓN


 La figura de una mujer de unos cuarenta años, delgada, muy pálida y de aspecto enfermizo inquirió en tono de profunda timidez.- Soy Leonor Acevedo.

 Bruno Guinea avanzó hacia la puerta.- Me alegro de verla en pié y tan animada.

 La buena mujer inquirió ansiosamente: ¿Por qué yo? Qué razón le impulsó a elegirme entre tantos pacientes.

 Tras meditar unos segundos, su interlocutor señaló con naturalidad: probablemente porque tenía cuatro hijos pequeños.


DESCRIPCIÓN

Bruno Guinea Médico sencillo, humano, buen padre, buen marido y entregado a su trabajo.
Desde que se hizo médico, su única obsesión, era encontrar un pequeño camino, que le llevara o les llevara a otros médicos a encontrar un pequeño remedio para curar esta enfermedad.
Un día llegó a su vida, un hombrecillo que dijo ser Lucifer, y que a cambio de su alma, le ofrecía la forma de encontrar la curación definitiva, de erradicar el cáncer.
Entre el dilema: ¿qué es más importante? La condena por toda la eternidad de su alma, o curar las miles de personas que padecían esta enfermedad.
Fue más importante para él. La curación de millones de seres humanos que la condena eterna de su alma.
Viajó a la Alta Amazonía en busca de esa curación, que según el Maligno, se encontraba en aquella región. A sabiendas, que no iba a ponérselo nada fácil.
Con muchas dificultades, consigue que a través de una historia que le cuentan sobre un murciélago llamado “El Señor de las Tinieblas”, saber que era lo que andaba buscando.
Después de conseguir a dicho animal y de mucho analizarlo, encuentra por fin, el ansiado remedio de curación.
Por culpa de un conductor insensato que invadió su carril chocando los dos coches, quedando mal herido.

A punto de entregar su alma al “Maligno”, este le comunica que…


Alberto Vázquez-Figueroa. 

Natural de Santa Cruz de Tenerife. Antes de cumplir un año, fue su familia deportada por motivos políticos a África, donde permaneció entre Marruecos y el Sahara hasta cumplir los dieciocho años. A los veinte, se convirtió en profesor de submarinismo a bordo del buque-escuela Cruz del Sur.
Cursó estudios de periodismo y en 1962 comenzó a trabajar como enviado especial de Destino, La Vanguardia y posteriormente, de Televisión Española. Durante quince años visitó casi un centenar de países y fue testigo de numerosos acontecimientos clave de nuestro tiempo, entre ellos, las guerras y revoluciones de Guinea, Chad, Congo, República Dominicana, Bolivia, Guatemala, etc. 
Las secuelas de un grave accidente de inmersión le obligaron abandonar las actividades como enviado especial.

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