¿SABIAS EN QUÉ CONSISTE?

EL RIESGO DE ACOSTUMBRARSE AL DOLOR (1ª parte)


 El dolor es una respuesta natural del cuerpo humano a modo de señal para que nosotros, nuestro cerebro, entienda que hay algo que no va bien. Dicha señal es útil para realizar un cambio de la circunstancia que nos produce dolor, para evitarla en el momento y poder reconocerla en el futuro, para así volver a evitarla sin tener que sufrir una sensación dolorosa.

Sin embargo, aunque sea una señal fisiológica, es decir normal, eso no quiere decir que sea agradable, que sea fácil de sentir o que no se produzca con más frecuencia de lo que es normal.

Es en dichos casos en los que dicha señal se perpetúa, se repite continuamente en los que el dolor se convierte en una constante. Una constante que no tiene la función de evitar el desencadenante del dolor, pues hay ocasiones en las que eso no está en nuestra mano, al menos sin ayuda.

Por ejemplo, al coger un plato caliente, notamos el calor y el dolor e inmediatamente nuestro cuerpo recibe la señal de dolor y retiramos la mano en un acto reflejo. Tan rápido que incluso podemos llegar a soltar el plato y dejarlo caer. Este es un caso de respuesta automática ante un estímulo, pero hay estímulos que no son puntuales sino continuos y entonces también lo es el dolor.

Si en vez de una quemadura de un momento tenemos una pierna rota o un daño en una articulación como en el caso de la artrosis, el desencadenante del dolor no se va por sí solo y el dolor se cronifica. Se mantiene en el tiempo y nos amarga, porque por nosotros mismos no podemos aliviarlo, al menos no más que temporalmente.

En situaciones de dolor crónico, a veces nos acostumbramos a él y lo tomamos como una parte inevitable de nuestro día a día, o como dice el erróneo dicho "son cosas de la edad". Pero es imposible estar sano con dolor continuo y es el momento a buscar ayudas y alternativas para poder eliminar o por lo menos intentar reducir ese síntoma.

Vivir sin dolor es vivir feliz.

Fotografía: Itramed.com

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